lunes, 19 de octubre de 2020

El perro en Oriente...........(quinta entrega)

 

 

 

Los perros fueron en la Grecia clásica, no solo auxiliares en la guerra y en la paz, sino los más desinteresados compañeros de los héroes. Buena prueba de ello tenemos en el perro Argos, exaltado por Homero con su habitual grandeza de estilo. Cuando Ulises retornó a Itaca, después de veinte años de ausencia, nadie le reconoció bajo sus harapos de mendigo. El héroe, entristecido y mustio, paseaba con Eumeo, el criado de su palacio y guardián de los ganados. De pronto, Argos se aproximó a Ulises, movió alegremente el rabo, dobló las orejas en señal de sumisión y lamió la mano de su dueño. El gran patricio y victorioso soldado, emocionado ante tan constante fidelidad, lloró enternecido, mientras Eumeo decía: “Es el perro de un héroe que murió en tierras extrañas. Ahora el pobre animal yace abandonado en un estercolero. Desde que Ulises pereció, lejos de su patria, las mujeres de este palacio, negligentes y perezosas, le han abandonado a su triste suerte.” El perro “Argos” murió después de haber reconocido a su señor y haberle rendido homenaje de pleitesía.

La acrópolis de Corinto fue salvada por los perros que la custodiaban. Combatiendo valientemente mientras dormía la soldadesca, detuvieron al enemigo y dieron tiempo a que se organizase la defensa. Por su parte, los reyes de Macedonia hacían pasar a sus súbditos entre filas de perros para purificarlos. Los filósofos no dejaron de hacer justicia a tan fieles amigos del hombre. Plutarco atribuía a estos animales la facultad de pensar, de obrar y de entender con raciocinio. Plinio afirmaba que hubo pueblos gobernados por perros, y Sócrates tenía la costumbre de jurar por el suyo. Platón, a su vez hace decir a Sócrates en su República: “Es necesario escoger un guardián para la ciudad, un guardián capaz de descubrir y asustar al enemigo y que, al mismo tiempo, sea bastante fuerte y valeroso para combatir frente a él. Nuestro amigo, el perro, nos ofrece un bellísimo ejemplo. Ya sabeis que todos los perros, bien educados, son perfectamente corteses con sus familiares y adustos con los extraños. Este instinto es en ellos de origen ejemplar y agradable. Vuestro perro es un verdadero filósofo, porque distingue al amigo del enemigo con el único criterio que da el conocer y el no conocer. ¿Cómo podrá el hombre dejar de amar a aquellos que saben discernir tan diestramente lo que es amistoso y útil de lo que es hostil y maléfico con la única intuición del conocimiento y de la ignorancia?” También Plutarco celebró las gloriosas gestas del perro Malampito, que atravesó a nado el mar en plena tempestad para reunirse con su dueño, un negociante de Corinto.

Hubo muchos perros famosos en Grecia. Sobresale entre ellos, el perro de Alcibiades, admirado por todos los atenienses. Su dueño le exhibía con un collar de oro macizo por las calles de la ciudad. “Ircano”, perro de Lisimaco, rey de Tracia y Macedonia, muerto en la batalla de Ciropedión, dio a conocer con sus fúnebres ladridos el lugar donde se hallaba el cadáver de su amo, y se lanzó a la hoguera en la que fueron consumidos los restos mortales de aquel. Diógenes mandó colocar un perro sobre su tumba. Simón de Egino esculpió un perro que se catalogaba entre las mejores obras de la estatuaria griega. El perro de Giason Licio, el que organizó la expedición de los argonautas, murió de hambre junto al cadáver de su ilustre jefe, expresándole asín su adhesión ilimitada. Los perros de Alejandro de Macedonia han dado lugar a una curiosa historia: el rey de Albania había regalado al más ilustre de los generales del mundo un potente mastín, y Alejandro quiso asustarle haciéndolo llevar a un parque donde guarecía a sus osos y otros ejemplares de fieras. El perro, lejos de asustarse, contempló inmóvil a esos terribles huéspedes del gran monarca, comportándose como si los creyera inferiores a él. El soberano, que se consideraba el más valiente de la tierra, no pudo soportar su actitud de reto y, celoso de que alguien, aun ajeno a la raza humana, fuese superior a él en bravura, ordenó matarle. Al tener noticias del suceso, el rey de Albania le envió otro perro, llamado “Peritas”, advirtiéndole que no luchaba con animales de baja calidad, sino con leones, elefantes, tigres y otros de esta estirpe, hasta el punto de que solo había dos en la tierra con quienes poder compararle. Alejandro puso a prueba el raro ejemplar. “Peritas” despachó en una abrir y cerrar de ojos a un león de aspecto feroz. Entonces lo enfrentó con un elefante. “Peritas”, alternando la astucia con la audacia, logró dar en tierra con el paquidermo. El valeroso perro fue desde entonces el favorito del gran conquistador. Al morir, su amo fundó en honor suyo la ciudad de Perita.

En Roma, la imagen del perro figuraba siempre al lado de las estatuas de los lares y penates. Representaba el emblema de la fidelidad, de la obediencia, del acatamiento al poder de los superiores. Incluso los grandes dioses, como Mitra, llevaban consigo la compañía del perro. En cambio cada año se hacían sacrificios de perros en loor de Phito, de Minerva, de Hécate o de Proserpina. Las fiestas lupercales se iniciaban con la matanza de estos animales en las grutas consagradas al dios Fauno. En el templo de Esculapio se mataba anualmente un perro, en castigo por aquellos que dejaron de ladrar cuando los galos penetraron de improviso en el Capitolio: sin embargo, fueron los mejores auxiliares de las legiones romanas. Los números más apasionantes del circo consistieron en luchas de grandes perros entre sí, o con otros animales. Dentro de los perros circenses se distinguían por su acometividad, los mastines británicos, los procedentes del Epiro y los fenicios.

El escritor italiano Columena, se expresa con gran fervor respecto a las virtudes que adornan a los perros. Según él, entraña un fundamental error el hecho de colocarlos entre los animales carentes de palabra. Ada uno de los matices con que emiten sus ladridos, revela, a su entender, la expresión de su sentimiento, de un deseo, de una idea. Lucrecio, que fue uno de los más grandes admiradores de los perros, defiende parecidas teorías. Sus elogios al perro de ganado constituyen una de las más bellas joyas de su inolvidable poema De rerun natura. “El perro sueña –dice-, lo vemos por su inquietud y hasta por los ladridos que emite mientras duerme, luego algo en el sigue despierto, mientras su cuerpo descansa tras las diarias fatigas.” Al narrar las trágicas escenas de la peste de Atenas, describe Lucrecio la ciudad en pleno colapso, con sus calles llenas de cadáveres, y, mientras el terror hace desertar de aquellos infaustos recintos a los pocos ciudadanos inmunes de la dolencia, allí quedaron los perros sin moverse, ni un instante, junto al dueño fenecido, ladrando desesperadamente en demanda de auxilio.

Era el perro leal custodio de las casas romanas casi nunca faltaba una inscripción Cave canem, “¡cuidado con el perro!”. A veces junto al letrero se veía la silueta del animal. Virgilio, que supo expresar como nadie el genio romano, ha cantado en las Geórgicas los servicios extraordinarios que presta al hombre su fiel compañero. Con sublime acento lírico, aconseja a los pastores que cuiden a su perro como si fuera un familiar más, porque es indispensable para el buen orden del ganado, la custodia del hogar, las artes de cetrería. El poeta bilbilitano Marcial se exalta ante el recuerdo del perro “Vertago”, capaz de apresar una liebre con sus dientes sin destrozarla. Solino, el cronista cuenta que cuando Nerón encerró en la cárcel a Tito Sabino, éste era visitado cotidianamente por su perro. Le siguió después hasta el suplicio y cuando su cadáver fue lanzado al Tiber, el perro se dejó morir en el rio. Plutarco menciona a un perro  denominado “Zopico”, que representaba con extremada pulcritud difíciles pantomimas ante el emperador Vespasiano. Trimalción, según Petronio, pidió en su testamento que labrasen la imagen de su fiel perrita a los pies de su estatua. El llamado perro de Melita, de raza pequeña y pelo largo, de ensortijados bucles y cabeza alargada era el preferido de las romanas elegantes que lo llevaban consigo a las termas, a los paseos y en los viajes. Era una raza de perros que abundaba en Sicilia, pero tal vez, originaria de Malta. Uno de estos ejemplares perteneció a Popea, la mujer de Nerón, y dio lugar a una disputa tan violenta entre ella y Lépida, tía del emperador, que ésta murió casi inmediatamente del disgusto.


lunes, 12 de octubre de 2020

El perro en oriente.............. (cuarta entrega)

 

La mitología griega confirió al perro una calidad portentosa. Fue consagrada a Diana, a Marte, a Mercurio, a Pan, a Esculapio y a Venus, al mismo tiempo. En los templos había perros sagrados que eran objeto de veneración especial, pues alejaban a los genios maléficos e influían favorablemente sobre los acontecimientos futuros. Su residencia divina se situó en el cosmos bajo forma de constelaciones y estrellas. Así ocurrió con Sirio, el perro de Orión, que sigue eternamente por las rutas etéreas a este cazador impenitente, y anuncia con su aparición la llegada de la canícula. Los lebreles es una constelación del mismo origen, como el perro menor, situada al sur de los Gemelos, y Maira, en la de Eridano.

El perro era para los griegos un agente insustituible de la civilización. Su primordial misión consistía en alejar de las ciudades y los campos a los animales famélicos, espectros del infierno y de sus sombras. Era el compañero inseparable del hombre, el auxiliar inapreciable de sus trabajos  Durante la jornada le libraba de enemigos, y durante la noche, con su vigilancia, le permitía entregarse apaciblemente al sueño. En estas horas lúgubres, cargadas de oscuridad y de pavores, Diana lanza sobre la tierra sus jaurías de perros voraces. En la Hélade, las batidas de animales feroces se hacen con perros, y el arte de la caza se confunde con el culto del perro. Maleagro, uno de los argonautas, va siempre circundado de perros. Ostro y Cerbero, son dos mitos perrunos de gran transcendencia. El primero es un perro bifronte, custodio feroz del monstruoso Gerión. El segundo, guardián lúgubre del Erebo, tiene tres gigantescas cabezas, repetición de la leyenda de Anubis. Es el feroz guardador del mundo subterráneo, del reino de Plutón, y, a la  vez, el de Osiris. Entre los trabajos de Hércules, el duodécimo consistía en arrancar a Cerbero de las mansiones infernales para entregarlo al rey Euristeo. El templo de Dyonisos se elevaba en medio de un bosque sagrado guardado por un ejército de mil perros y el templo de la diosa Venus era custodiado por un perro denominado “Cromión”, vigilante fiel del altar y de sus vasos de oro.

En la corte del rey Minos, en Creta, los perros desempeñaban un preeminente lugar y les era confiada la defensa y protección de las embarcaciones en sus periplos por el mediterráneo. La caza fue una de las diversiones mayores del pueblo griego. Por tal razón, tanto Homero como Jenofonte cantaron en loor de los perros los más grandes ditirambos. La caza, sin su colaboración directa, se tenía por una diversión despreciable y la que se llevaba a cabo con redes y lazos mereció la más airada opugnación de Sócrates.

domingo, 4 de octubre de 2020

El perro en Oriente.............. (tercera entrega)

Si el perro ha sido menospreciado por los hebreos, ello se debe a que, habiéndoles prohibido Moisés el culto de los dioses, consideraron con odio a un animal que los egipcios les obligaban a respetar. Un israelita no podía, ni siquiera, tocarlo durante su servidumbre en la tierra en la tierra de los faraones. Sin embargo, en el Antiguo Testamento se encuentra más de un pasaje enaltecedor del noble animal. El cuerpo de Abel, abandonado a merced de las fieras tras el crimen cometido por Caín, aparece custodiado por el mismo perro que le ayudaba a guardar el ganado. El libro de Tobías y el Deuteromonio se ocupan frecuentemente de ellos con simpatía. El perro de Tobías forma parte de los hechos más recordados por los pueblos cristianos. ¿Quién ha olvidado su peregrinación a lo largo de caminos y pedregales para anunciar al padre ciego el pronto retorno del hijo y el término de sus desgracias?. Ya entonces era el perro el símbolo de la abnegación.

En el año 1164 antes de Cristo el emperador chino Chow Hsin atribuyó a los perros de raza real, es decir, descendientes de las jaurías palatinas, un lugar en el protocolo de la corte. Confucio dice que el perro familiar debe ser conducido a la tumba en el mismo carro donde viaja su dueño. Se lee en un texto taoísta: “Una de sus más bajas cualidades es la de aferrarse a la presa, no soltarla y saciar su voraz apetito; una de sus mediocres ocupaciones es vigilar al sol; uno de sus mejores atributos es el de olvidarse de sí mismo.”. Perros de aspecto terrible defendían las casas de los nobles chinos. A ellos incumbía, también, montar la guardia frente al pabellón de las bailarinas. La raza real de los Chow era la de los perros reales por excelencia. Algunos de ellos poseían privilegios tan extraordinarios como el de permanecer sentados junto al emperador en las recepciones y acompañarle en las cacerías y en las guerras. Por otra parte, a medida que el lujo penetró en los recintos de la aristocracia, los perros enanos fueron adquiriendo mayor fama y prestigio y se les tributaron grandes honores. El emperador Ling-Ti, que reinó cien años antes de la era cristiana, poseía un perrito de esta raza, al que confirió un título semejante al de doctor en Letras. El animal aparecía en todas las recepciones con el gorro correspondiente a tan alta categoría oficial. Los perros chow de la familia imperial tenían un cierto número de soldados adscritos a su servicio. Se les destinaba la mejor carne de las cocinas regias y las alfombras más ricas de los salones para que sobre ellas extendiesen sus delicados cuerpos. Muchos de estos animales morían de tristeza tras el fallecimiento de sus dueños. Sus colores se consideraban como signo de buena o mala fortuna. Eran preferidos los negros con orejas blancas, indicio para su propietario de que llegaría a poseer una gran fortuna. También los de color negro y oro eran presagio de un fausto acontecimiento a los largo de la vida de su poseedor. En los alrededores del año 1300 se dio a conocer en China una raza de perritos semejantes a los leones por su aspecto. Son el origen de los modernos pequineses, animales de personalidad muy interesante, de temperamento orgulloso y de terquedad inaudita en sus decisiones. 


lunes, 28 de septiembre de 2020

El perro en Oriente..........(segunda entrega)

 

En lengua sánscrita, al perro se le conoce bajo cincuenta nombres distintos. Es una prueba de la antigüedad de la especie. El nombre más repetido es el de cvan, que al parecer, ha servido de raíz a todas las apelaciones dadas al mismo en los idiomas europeos. En la Zend-Avesta el perro es estimado como uno de los tres animales que tenemos obligación de alimentar. Según sus preceptos, quien maltrate a uno de ellos, sea doméstico o silvestre, sufrirá penas terribles en la otra vida. En Egipto, la adoración del perro tomó caracteres de extraordinario esplendor. En monumentos elevados cuatro mil años antes de Cristo, su silueta sirve como de adorno preferente. Su veneración a título de divinidad tutelar, va unida a la estrella Sothis, Sirio de los griegos o Canícula de los latinos, la más fúlgida y fastuosa luminaria del firmamento.

Anubis era hijo de Osiris y de su hermana, esposa del dios Eyphon. Para evitar las iras del dios, su madre recurre al supremo arbitrio de abandonarlo. Isis descubre entonces que Osiris habían sido víctima de un error y se hace cargo del niño cuando, con la ayuda de sus perros, consigue hallarle. El propio Anubis, cubierto de una piel de perro, acompaña a Isis para buscar el cadáver de Osiris, asesinado por Typhon.

Hasta aquí el mito de Anubis, que se convierte en dios-can con su cuerpo de hombre rematado por una cabeza de perro. Los romanos habían de llamarle, un tanto despectivamente, el ladrador, por su oficio de velar a los muertos y ahuyentar a los espíritus malignos sirviéndose de incesantes ladridos. Es un mito que presupone la necesidad de los servicios del perro post-morten, para defender el alma de los malos genios que la asaltan en el camino hacia la inmortalidad. Anubis guardaba también las puertas del paraíso subterráneo. Seguía siendo, pues como en la India, una divinidad doble. También se le confió el oficio de vigilar el peso de las almas cuando son colocadas en la balanza que ha de determinar su mérito o demérito. Su culto, iniciado de forma espectacular en Heliópolis se extendió después con rapidez inaudita a todas las ciudades del imperio. Antifax II, faraón de la X dinastía, aparece en un bajorrelieve escoltado por cuatro perros de diferente raza. Estos animales , aparte de tan altos menesteres, ejercían en Egipto el papel de servidores, compañeros, guardianes de los ganados y auxiliares de la caza. Iban con sus dueños al paseo y a las ceremonias públicas. Servían de recreo a las princesas, de capricho a las damas importantes y de juguete a los niños. Un rey de la XI tres mil años antes de Cristo, poseía cinco perros que hizo esculpir en un bajorrelieve de su tumba. El más hermoso se llamaba Abaku y aparecía situado el pie de su trono engalanado con un collar riquísimo, aparte de otros adornos que, a modo de condecoraciones rutilantes, le colgaban del cuerpo. Su dueño creyó, sin duda, más en su lealtad y desinterés que en el de la mayor parte de sus palatinos. Un poco alejados, aparecen en el bajorrelieve los demás perros, a quietes no pierde de vista un siervo de ágil traza. Al parecer, le competía cuidar  de que no perturbasen el orden de la ceremonia celebrada en su presencia.

lunes, 21 de septiembre de 2020

El perro en Oriente, en Grecia y en Roma (primera entrega)

    Hubo un tiempo en que los hombres gozaban de la amistad de los dioses. Y también de sus atropellos caprichosos. Pero a cambio de esto, cuando querían honrar a sus allegados, se les permitía coger un puñado de estrellas, agruparlas con destreza y sabiduía y escribir en el firmamento una glosa inmortal. No podían olvidarse de su amigo el perro. Y en las estrellas le reservaron un adamantino sitial: la constelación Canopus, entre otras cosas. Estas otras se refieren a perros semidivinos, altos héroes entre los perros; aquellos que se habían distinguido en sus hazañas cerca de los dioses, bien como guardianes de sus moradas, o como compañeros de las monterías celestiales. En las más primitivas mitologías, el lugar ocupado por el perro es similar al que desempeña desde que fué sometido a domesticidad. Si en la normalidad de su vida se halla comúnmente en el portal de las casas, no es de extrañar que en el orden mítico lo hallemos también sentado y vigilante junto a las puertas del cielo. Su oficio es el de presenciar la aparición y la desaparición del astro rey. Al lado suyo se encuentran los dos genios que dirigen la marcha del tiempo.

    Cuando estos dos momentos cruciales han pasado, la naturaleza del mito también se transforma. El perro precede durante unos momentos la salida del sol y sigue su ocaso, pero, después, cuando entra la noche, se convierte en un animal fúnebre, infernal, peligroso. Por oposición, cuando avanza el día, es favorable y próvido. Existen, pues, dos clases de perros míticos: el perro solar y el lunar, ambos de signo opuesto. Entre los dos se halla la perra-madre, representación tangible de la luna errante, la luna compañera de las noches propicias. Esta tercera encarnación del perro nos completa el cuadro de las posibles actitudes del mismo. El perro negro -rememoración del lobo- se presenta ante el héroe solar, amenazador y rugiente, al atardecer, en las puertas occidentales del cielo; la perra-madre le presta socorro en la selva nocturna, cuando la cruza camino de la caza; el perro diurno, le recibe a la puerta de su hogo cuando, de vuelta del reino tenebroso, llega por la mañana para reintegrarse a su casa. Tales son las principales fases de la mitología india.

sábado, 14 de marzo de 2020

Un hecho histórico poco conocido


UN HECHO HISTORICO POCO CONOCIDO

Toca a Juan de Grijalva y a Antón de Alaminos, al bordear la península de Yucatán y arribar a lo que hoy son las costas de Campeche y llegar a la isla del Carmen, divisar con gran dificultad y en plena playa de la isla de Términos a un lebrel.

Si, a un lebrel, no a un mastín de los traídos por los conquistadores, ni a un xoloitzcuintle, raza que ya habitaba buena parte de América. Este lebrel, seguramente era hembra, mencionada incidentalmente en la relación del viaje de Grijalva es el personaje central de este artículo. Incidente mencionado entre otros historiadores por Bernal Díaz del Castillo en su “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”.

El perro, posiblemente a causa de su apego a su instinto cazador o por un descuido de su dueño, quedó olvidado en la isla de Términos en uno de tantos viajes de acercamiento de los marinos europeos.

Una niña de esta especie ¿a qué peligros se exponía, abandonada en una tierra de antropófagos y donde los perros por añadidura parecían ser mudos y de siniestro aspecto?
La incógnita se resuelve al año siguiente, en 1519, cuando una de las carabelas, de las diez que componían la flota de Hernán Cortés, avista la isla del Carmen. Los soldados en la borda están absortos ante el nuevo e increíble paisaje.

De pronto uno de ellos exclama:
“En esa playa está un perro” “¡Un perro! ¿Un perro en el nuevo mundo? El hambre te hace ver visiones” “Pues si no es un perro, es el fantasma de un perro. Aguardad a que el barco se aproxime y os convenceréis de lo que os digo” A poco, todos deben rendirse  ante la evidencia. Sobre la arena amarilla de la playa, claramente se destaca la figura de un perro y la brisa lleva a sus oídos un débil ladrido de bienvenida.

Un grupo de soldados toma un bote y se dirige a la playa. La lebrela no espera  que toquen tierra; se echa al mar y sale a su encuentro, sin temor a las olas. El Robinson canino, la heroína de esta aventura, se halla muy lejos de mostrar el tradicional aspecto que ofrecen los náufragos. No puede relatar su historia, las aventuras del año entero que pasó en la isla, pero su estancia allí, a juzgar por su apariencia, no le ha sido en modo alguno desagradable. Bernal Díaz del Castillo la recuerdo “gorda e lucida”

De vuelta a la playa, la lebrela parece deshacerse de gusto. Se arrastra lamiendo las manos de los españoles, salta y se revuelca en la arena aullando de alegría y dando espectaculares cabriolas. De pronto, a toda carrera desaparece en el bosque de la isla. Los españoles, al cabo de un rato, cansados de esperar, se disponen a volverse a la carabela, cuando surge de nuevo la lebrela, trayendo en la boca un conejo recién muerto, que deposita a los pies de uno de los soldados. ¿Pero, que es, un conejo para el hambre, que agobia a los futuros conquistadores de México? La lebrela parece comprender la pequeñez de su regalo y vuelve a internarse en la selva una y otra vez, reuniendo en poco tiempo tal número de piezas que los españoles tienen de sobra para la cena.

La abundancia de caza en la isla supone una tentación demasiado fuerte. Olvidados de todo, los españoles, con ayuda dela lebrela, organizan una batida por la isla. Al llegar el resto de la flota, el barco, anclado en una rada, se muestra adornado con innumerables pieles de los venados y de los conejos cobrados en pocos días.

La anónima lebrela no vuelve a figurar en las relaciones de los cronistas, pero su recuerdo perdurará como una agradable anécdota en la conquista de México.

La pregunta cobra fuerza. ¿Fue ésta el primer lebrel en tierras americanas?

Fuentes:
“La Ruta de Cortés” de Fernando Benítez.
“Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España” de Bernal Díaz Del Castillo



sábado, 22 de febrero de 2020

Los perros de guerra (continuación)

  En esta segunda entrega veremos como fue progresandio la crianza del Pastor Aleman para dedicarlo a las labores de apoyo durante la Segunda Guerra Mundial.

  El primer paso de los Estados Unidos patra emplear los perros en la Segunda Guerra Mundial fue dado por una organización civil de criadores y exhibidores conocida como "Perros para la Defensa", que se formó apresuradamente después del artero ataque a Paerl Harbor. Su proposito orginal consistía en conseguir y entrenar perros para el servicio de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, a mas de suministrar perros entrenados como centinelas para las fabricas de material bélico. No fué sino hasta el 13 de marzo de 1942 cuandio el departamento de guerra autorizó que se formulara unprograma para los perros de guerra y hasta julio, después de tres meses de estudios, exámenes y planes, el Cuerpo de Intendencia inauguró el programa y estableció el primer centro de ecepción y Adiestramientio para Perros de Guerra en el Depósito de Remonta de Front Royal, Virginia. Al ampliarse el programa, se fundaron nuevos centros en Fort Robinson, Nebraska; San Carlos, California; Gulfport, Misisipi, y Camp Rimini, Montana. Los perros de entrenamienti enestos centros recibieron el mote no oficial de "Cuerpo K-9".

  Cuando comenzó el programa, se inició el entrenamiento experimental, para perros centinelas, enfermeros, de ataque, de minas, de carga, de transporte, mensajeros y exploradores. De todos ellos, solo los tres últimos se hicieron necesarios en cantidades considerables, y la educación se concentró e estos tipos. En 1943, miles de perros centinelas fueron destinados a las fábricas de guerra, las instalaciones militares y las patrullas del litoral de la Vigilancia Costera. En esta misma época se envió a la región del Pacífico una unidad experimental formada por seis perros exploradores y dos mensajeros, con sus entrenadores, para ponerla a prueba en las unidades de combate. El trabajo de este primer pelotón de perros, tanto con el Ejército como con los Infantes de Marina, en las campañas terrestres y en las operaciones de desembarco, sirvió para hacer más  fácil el camino de los que llegaron después.





  




viernes, 21 de febrero de 2020

Los perros de guerra




Hola amigos:
Es probable que los episodios más gloriosos en  la historia del perro tuvieran lugar durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la ayuda prestada por el amigo del hombre, bien entrenado, salvó millares de vidas y contribuyo a que la lucha terminara mucho antes de lo que en otras circunstancias hubiera sido posible. La parte curiosa de esto es que cuando empezó la guerra (o, más bien, cuando los Estados Unidos entraron en ella), el perro fue como un jugador sustituto olvidado que espera pacientemente en la banca durante un partido de futbol. Los hombres que dirigían el juego habrían oído hablar mucho sobre su habilidad, pero no se atrevían a ponerla a prueba en momentos importantes.
Esta indecisión se debió a que antes de la Segunda Guerra Mundial no existía un programa organizado para el entrenamiento de los perros de Guerra. Como consecuencia no había un oficial de mando o un comandante de campo que hubiera tenido experiencia en el empleo de los perros. Para estos militares era fácil calcular las tropas y la artillería. Los caballos y las mulas eran partes conocidas del viejo equipo del ejército, pero los perros constituían una incógnita. Efectivamente, hubo muy pocos perros en la Primera Guerra Mundial, pero aún estos fueron entrenados y equipados por los franceses y los ingleses; por lo mismo, muy pocos de los oficiales veteranos tuvieron contacto con ellos.
A diferencia del poco conocimiento de los americanos sobre los perros de guerra, los alemanes hicieron excelente uso de ellos en la Primera Guerra Mundial y, aunque la derrotada maquinaria bélica alemana de aquel tiempo se vio obligada a convertir en chatarra la mayor parte de su equipo militar pesado, los campos de entrenamiento para perros de guerra nunca fueron abandonados. Esta fue una fase de los preparativos alemanes para la conquista del mundo que no necesitó esperar la llegada de Hitler para proseguir. Y no fue solamente esto, pues otras naciones que se confabulaban para cambiar el orden de cosas existentes copiaron a los alemanes. Los criadores americanos de perros pastores alemanes descubrieron, al estudiar los libros alemanes de registro de dicha raza, que mucho antes del ataque a Pearl Harbor se enviaron al Japón varios miles de animales de esta raza desde Alemania. Este hecho pareció extraño por algún tiempo, pero se supo por otras fuentes que los japoneses se encontraban formando un cuerpo de perros.
Sin lugar a dudas, los alemanes comprendieron las posibilidades y limitaciones de los perros de guerra mejor que en otros países, y, en consecuencia, los manuales de guerra sobre este tema fueron redactados con asombrosa claridad y gran detalle. Por fortuna para los encargados de formar el cuerpo militar de perros en los Estados Unidos, se obtuvieron algunos ejemplares de estos manuales y fueron publicados en la “Gaceta Americana de Criadores de Perros” más de un año antes de Pearl Harbor, y cuando por fin se convenció el departamento de guerra de la importancia de los perros dichos manuales resultaron ser guías muy útiles  para elaborar el programa de entrenamiento y uso de estos animales.