lunes, 12 de octubre de 2020

El perro en oriente.............. (cuarta entrega)

 

La mitología griega confirió al perro una calidad portentosa. Fue consagrada a Diana, a Marte, a Mercurio, a Pan, a Esculapio y a Venus, al mismo tiempo. En los templos había perros sagrados que eran objeto de veneración especial, pues alejaban a los genios maléficos e influían favorablemente sobre los acontecimientos futuros. Su residencia divina se situó en el cosmos bajo forma de constelaciones y estrellas. Así ocurrió con Sirio, el perro de Orión, que sigue eternamente por las rutas etéreas a este cazador impenitente, y anuncia con su aparición la llegada de la canícula. Los lebreles es una constelación del mismo origen, como el perro menor, situada al sur de los Gemelos, y Maira, en la de Eridano.

El perro era para los griegos un agente insustituible de la civilización. Su primordial misión consistía en alejar de las ciudades y los campos a los animales famélicos, espectros del infierno y de sus sombras. Era el compañero inseparable del hombre, el auxiliar inapreciable de sus trabajos  Durante la jornada le libraba de enemigos, y durante la noche, con su vigilancia, le permitía entregarse apaciblemente al sueño. En estas horas lúgubres, cargadas de oscuridad y de pavores, Diana lanza sobre la tierra sus jaurías de perros voraces. En la Hélade, las batidas de animales feroces se hacen con perros, y el arte de la caza se confunde con el culto del perro. Maleagro, uno de los argonautas, va siempre circundado de perros. Ostro y Cerbero, son dos mitos perrunos de gran transcendencia. El primero es un perro bifronte, custodio feroz del monstruoso Gerión. El segundo, guardián lúgubre del Erebo, tiene tres gigantescas cabezas, repetición de la leyenda de Anubis. Es el feroz guardador del mundo subterráneo, del reino de Plutón, y, a la  vez, el de Osiris. Entre los trabajos de Hércules, el duodécimo consistía en arrancar a Cerbero de las mansiones infernales para entregarlo al rey Euristeo. El templo de Dyonisos se elevaba en medio de un bosque sagrado guardado por un ejército de mil perros y el templo de la diosa Venus era custodiado por un perro denominado “Cromión”, vigilante fiel del altar y de sus vasos de oro.

En la corte del rey Minos, en Creta, los perros desempeñaban un preeminente lugar y les era confiada la defensa y protección de las embarcaciones en sus periplos por el mediterráneo. La caza fue una de las diversiones mayores del pueblo griego. Por tal razón, tanto Homero como Jenofonte cantaron en loor de los perros los más grandes ditirambos. La caza, sin su colaboración directa, se tenía por una diversión despreciable y la que se llevaba a cabo con redes y lazos mereció la más airada opugnación de Sócrates.

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