domingo, 4 de octubre de 2020

El perro en Oriente.............. (tercera entrega)

Si el perro ha sido menospreciado por los hebreos, ello se debe a que, habiéndoles prohibido Moisés el culto de los dioses, consideraron con odio a un animal que los egipcios les obligaban a respetar. Un israelita no podía, ni siquiera, tocarlo durante su servidumbre en la tierra en la tierra de los faraones. Sin embargo, en el Antiguo Testamento se encuentra más de un pasaje enaltecedor del noble animal. El cuerpo de Abel, abandonado a merced de las fieras tras el crimen cometido por Caín, aparece custodiado por el mismo perro que le ayudaba a guardar el ganado. El libro de Tobías y el Deuteromonio se ocupan frecuentemente de ellos con simpatía. El perro de Tobías forma parte de los hechos más recordados por los pueblos cristianos. ¿Quién ha olvidado su peregrinación a lo largo de caminos y pedregales para anunciar al padre ciego el pronto retorno del hijo y el término de sus desgracias?. Ya entonces era el perro el símbolo de la abnegación.

En el año 1164 antes de Cristo el emperador chino Chow Hsin atribuyó a los perros de raza real, es decir, descendientes de las jaurías palatinas, un lugar en el protocolo de la corte. Confucio dice que el perro familiar debe ser conducido a la tumba en el mismo carro donde viaja su dueño. Se lee en un texto taoísta: “Una de sus más bajas cualidades es la de aferrarse a la presa, no soltarla y saciar su voraz apetito; una de sus mediocres ocupaciones es vigilar al sol; uno de sus mejores atributos es el de olvidarse de sí mismo.”. Perros de aspecto terrible defendían las casas de los nobles chinos. A ellos incumbía, también, montar la guardia frente al pabellón de las bailarinas. La raza real de los Chow era la de los perros reales por excelencia. Algunos de ellos poseían privilegios tan extraordinarios como el de permanecer sentados junto al emperador en las recepciones y acompañarle en las cacerías y en las guerras. Por otra parte, a medida que el lujo penetró en los recintos de la aristocracia, los perros enanos fueron adquiriendo mayor fama y prestigio y se les tributaron grandes honores. El emperador Ling-Ti, que reinó cien años antes de la era cristiana, poseía un perrito de esta raza, al que confirió un título semejante al de doctor en Letras. El animal aparecía en todas las recepciones con el gorro correspondiente a tan alta categoría oficial. Los perros chow de la familia imperial tenían un cierto número de soldados adscritos a su servicio. Se les destinaba la mejor carne de las cocinas regias y las alfombras más ricas de los salones para que sobre ellas extendiesen sus delicados cuerpos. Muchos de estos animales morían de tristeza tras el fallecimiento de sus dueños. Sus colores se consideraban como signo de buena o mala fortuna. Eran preferidos los negros con orejas blancas, indicio para su propietario de que llegaría a poseer una gran fortuna. También los de color negro y oro eran presagio de un fausto acontecimiento a los largo de la vida de su poseedor. En los alrededores del año 1300 se dio a conocer en China una raza de perritos semejantes a los leones por su aspecto. Son el origen de los modernos pequineses, animales de personalidad muy interesante, de temperamento orgulloso y de terquedad inaudita en sus decisiones. 


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