viernes, 24 de septiembre de 2021

BELLEZA Y ELEGANCIA

 

Si quiere tener un amigo para conversar, con la casi seguridad de ser comprendido, al menos, en lo más elemental, y no ser importunado por una respuesta desagradable, tome por compañero a un perro. Lo saludará alegremente al llegar a casa de vuelta del trabajo o al regresar de un viaje. Será el último en darle la despedida. Compartirá su felicidad y sufrirá su dolor. Es agradecido a las atenciones que tenga con él; por eso se siente el más feliz de los mortales cuando le lleva a pasear. Su vida es su amistad con su adoptante. Pero exige, a cambio, atenciones y constancia. Tanto mayor será su solidaridad cuanto más directamente participemos en su cuidado. No hay que olvidar, sobre todo, que abandonar a un perro, después de haberle exigido su confianza, equivale a matarle.

El perro, conjunta y enlaza armoniosamente la belleza y la elegancia de sus líneas, el supremo encanto de su forma, la ligereza de sus actitudes, la vivacidad de sus reacciones, con su natural ardor, su cólera, e incluso, su ferocidad, cuando conviene poner a prueba su carácter. Pero ante un gesto de su adoptante, pasa, sin transición, del arrebato paroxístico a la actitud más dulce. Arrastrándose, se pone a sus pies y aguarda las ordenes que pueda darle. Cuando monta la guardia en nuestro hogar, se muestra a la vez orgulloso y decidido.

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