lunes, 21 de septiembre de 2020

El perro en Oriente, en Grecia y en Roma (primera entrega)

    Hubo un tiempo en que los hombres gozaban de la amistad de los dioses. Y también de sus atropellos caprichosos. Pero a cambio de esto, cuando querían honrar a sus allegados, se les permitía coger un puñado de estrellas, agruparlas con destreza y sabiduía y escribir en el firmamento una glosa inmortal. No podían olvidarse de su amigo el perro. Y en las estrellas le reservaron un adamantino sitial: la constelación Canopus, entre otras cosas. Estas otras se refieren a perros semidivinos, altos héroes entre los perros; aquellos que se habían distinguido en sus hazañas cerca de los dioses, bien como guardianes de sus moradas, o como compañeros de las monterías celestiales. En las más primitivas mitologías, el lugar ocupado por el perro es similar al que desempeña desde que fué sometido a domesticidad. Si en la normalidad de su vida se halla comúnmente en el portal de las casas, no es de extrañar que en el orden mítico lo hallemos también sentado y vigilante junto a las puertas del cielo. Su oficio es el de presenciar la aparición y la desaparición del astro rey. Al lado suyo se encuentran los dos genios que dirigen la marcha del tiempo.

    Cuando estos dos momentos cruciales han pasado, la naturaleza del mito también se transforma. El perro precede durante unos momentos la salida del sol y sigue su ocaso, pero, después, cuando entra la noche, se convierte en un animal fúnebre, infernal, peligroso. Por oposición, cuando avanza el día, es favorable y próvido. Existen, pues, dos clases de perros míticos: el perro solar y el lunar, ambos de signo opuesto. Entre los dos se halla la perra-madre, representación tangible de la luna errante, la luna compañera de las noches propicias. Esta tercera encarnación del perro nos completa el cuadro de las posibles actitudes del mismo. El perro negro -rememoración del lobo- se presenta ante el héroe solar, amenazador y rugiente, al atardecer, en las puertas occidentales del cielo; la perra-madre le presta socorro en la selva nocturna, cuando la cruza camino de la caza; el perro diurno, le recibe a la puerta de su hogo cuando, de vuelta del reino tenebroso, llega por la mañana para reintegrarse a su casa. Tales son las principales fases de la mitología india.

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